Crean una organización enfocada al desarrollo de su comunidad
Naciones Unidas.- Erika y Patricia son dos habitantes del municipio de Ixtaltepec, en Oaxaca, México. Ambas son dos mujeres de origen zapoteco; mujeres fuertes, y decididas a continuar con el legado, saberes, y cultura de su pueblo; por ello, se acercaron a Una Mano para Oaxaca, organización social enfocada al desarrollo de las mujeres zapotecas, que desde el sismo que azotó a México en el 2017, no ha dejado de contribuir para el rescate de los saberes del municipio que se encuentra situado en una de las zonas más hermosas de México: el istmo de Tehuantepec.
Una Mano para Oaxaca surgió en septiembre del 2017 después del sismo de más de 8,2 grados que azotó a varias zonas del país, pero, en especial a Ixtaltepec, municipio destruido en un 80% durante el siniestro. Sus fundadoras, Persedia Tenorio, Aída Corres Ernult, y Alejandra Rosado Martínez, empezaron a reconstruir los hornos de pan, ya que de éstos dependía económicamente la mayor parte de la población, concluyendo con su aporte en 2018 con un total de 118 hornos en 14 comunidades de Ixtaltepec.
Al finalizar esa etapa, se percataron de que había mucho más por hacer, pues distintas realidades sociales se acentuaron, entre las que se encuentran: falta de sentido de pertenencia, abandono a adultos mayores, pérdida de la lengua madre, escasez de fuentes de ingreso, desplazamientos forzados, sumisión de las mujeres, entre otros.
Educación y desarrollo
Por ello, las integrantes de Una Mano para Oaxaca crearon un modelo educativo productivo de intervención post desastre para su pueblo, que comparte herramientas educativas que impulsan el poder de la ciudadanía para reactivar su economía mediante programas que revitalizan su cultura, promueven la resiliencia, el autocuidado, la salud colectiva, y fortalecen la identidad y el arraigo comunitario. A través de este modelo, se adaptaron a las problemáticas sociopolíticas territoriales, así como a la crisis resultante del COVID-19; para lograrlo, formaron redes de promotoras comunitarias que tienen la misión de salvaguardar estos aprendizajes.
Desde el 2017, han logrado trabajar con otras 16 comunidades oaxaqueñas, a través de herramientas que revitalizan la cultura de los pueblos indígenas, creando experiencias de recuperación y preparación económica y emocional. Su sueño: volver a tejerse en comunidad a través de sus propias manos.
La Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, en su objetivo número 5, nos indica que es necesario ampliar las oportunidades para que las mujeres y las niñas participen activamente en la vida cultural y lleven adelante sus propios proyectos y organizaciones, ya que es necesario dar más visibilidad y reconocimiento a las prácticas culturales que realizan mujeres y niñas principalmente.
De acuerdo con la Agenda, resulta de real importancia contar con narrativas que hablen de la discriminación de género o muestren el importante rol de las mujeres y las niñas en la vida cultural.
Por su parte, la meta 11,4 de los Objetivos Desarrollo Sostenible, que conforman la Agenda 2030, destaca la necesidad de redoblar los esfuerzos para proteger y salvaguardar el patrimonio cultural y natural del mundo; mientras el objetivo número 5 tiene como fin terminar con la discriminación contra las mujeres y las niñas en todas partes del mundo y eliminar todas las formas de violencia contra ellas y demás prácticas perjudiciales contra las mujeres y niñas, en los ámbitos público y privado.
También procura asegurar la participación plena y efectiva de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo a todos los niveles decisorios en la vida política, económica y pública.
Salud comunitaria
Dentro del Modelo Educativo de Intervención Post Desastre, Una Mano para Oaxaca creó el Programa formación de promotoras de salud comunitaria del Istmo de Tehuantepec, colectiva de mujeres que generan círculos de aprendizaje comunitarios para la salud preventiva y el autocuidado a través de la recuperación de saberes ancestrales.
La iniciativa fortalece el poder de las mujeres para impulsar el autocuidado y cuidado colectivo, defendiendo la visión de salud comunitaria, promoviendo espacios para abordar el duelo, el manejo de emociones, la alimentación y la recuperación de saberes locales de medicina tradicional.
“Queremos partir desde los saberes de medicina tradicional, y brindar herramientas con talleres para el sistema inmune, la nutrición, y la herbolaria. Para que las participantes de este programa puedan aprender estos conocimientos, y puedan compartirlos con su familia, vecinos, amigas, personas de su barrio y su comunidad, y que esto empiece a ser un efecto dominó a mayor escala”, dijo a ONU Noticias, Cynthia Osornio Sánchez, coordinadora del Programa de formación comunitaria.
La iniciativa beneficia a niñas y mujeres adultas zapotecas del Istmo de Tehuantepec en un contexto post desastre por el terremoto del 2017, que redujo los espacios de cuidado colectivo, situación que se agravó a raíz del aislamiento social derivado de la contingencia por COVID-19.
Según su coordinadora, dicho programa responde a la necesidad de las mujeres de su comunidad que han vivido en condiciones desfavorables para su cuerpo y salud. Los periodos de estrés han repercutido en su bienestar emocional, físico y social.
“Muchas mujeres han tomado talleres previos de herbolaria, pero ahora nos estamos enfocando justamente en el acompañamiento emocional, por qué justo con este tema de la pandemia fue algo que se dejó de lado; se enfocó en la salud física, pero las consecuencias emocionales son bien importantes, la depresión, la parte del duelo, sobre todo no poder seguir los rituales tradicionales, no poder hacer entierros y velación, sí hay una parte emocional importante que no se ha abordado,” añadió Cynthia.
Los aspectos culturales desempeñan un papel esencial para que la Agenda 2030 de las Naciones Unidas tenga éxito. La participación en la vida cultural, el desarrollo de las libertades culturales individuales y colectivas, la protección del patrimonio cultural material e inmaterial, y la protección y promoción de las diversas expresiones culturales, son componentes centrales en el desarrollo humano y sostenible.
El Preámbulo de la Agenda 2030 señala: “Reconocemos la diversidad natural y cultural del mundo, y también que todas las culturas y civilizaciones pueden contribuir al desarrollo sostenible y desempeñan un papel crucial en su facilitación.”
El Programa está formando a 20 promotoras comunitarias de salud, mujeres zapotecas originarias del Istmo quienes, a través de talleres de medicina tradicional y salud comunitaria, están generando materiales educativos en español-zapoteco y gestionando huertos medicinales. De esa forma, buscan aportar a la prevención de la salud de sus pueblos de manera integral y quieren revitalizar los saberes que forman parte de su identidad zapoteca y arraigo comunitario.
“Las mujeres que han participado en el programa, ya integran en su vida personal este tema de los cuidados que tenemos las mujeres, que siempre es hacia afuera, mientras nos olvidamos de nosotras mismas. Después lo manejan con sus familias, amigos, vecinos”
Rescatar los saberes de los antepasados
Erika Delgado Tovar, que es una mujer zapoteca, preocupada por su comunidad y su cultura, cuenta a ONU Noticias como el participar en estos talleres, le ha ayudado ir rescatando poco a poco los saberes de sus antepasados, y cómo esto le ha ayudado a salir adelante.
“Ya se está olvidando de eso. Ahora en el curso me he llevado muchos saberes, saber que tenemos medicinas naturales, me he dado cuenta de que tenemos el remedio en casa. Es querer aprender y que todos aprendan que se pueden hacer sus propios medicamentos. Por ejemplo, la albahaca es buena para relajar o para cuando estás triste, la cáscara de mandarina si la hierves y te la pones al momento de bañarte, sientes mucha energía en el cuerpo.”
Para Erika, aprender esto es muy importante, ya que le recuerda a su abuela diciéndole y dándole diversas plantas para sanar de alguna enfermedad o malestar que la aquejaba. Cuenta, como la abuela le decía qué tomar, qué plantas usar o comer. “Si me sentía mal, me daba un té y al ratito ya me sentía bien. Eso ahora ya no hay, es importante recuperar eso y que nuestros hijos lo aprendan, y así ellos se lo enseñen a sus hijos.”
“El taller que da Una Mano para Oaxaca es bueno, porque aprendo y me llevo mucha sabiduría, es bueno aprenderlo porque lo tenemos en casa, y si no, sembrar, por ejemplo, todas las plantas medicinales. Me llevo mucha sabiduría y que sepan que la medicina tradicional, no hay que dejarla”.
Elsa Gómez Hernández comenzó con la curiosidad de aprender sobre la medicina tradicional después de tratar con medicina alópata durante mucho tiempo a su hijo que llevaba tiempo con problemas bronquiales, por lo que, a través del aprendizaje obtenido en el programa, desde conocer las plantas necesarias, hasta sus propiedades y uso, aprendió a hacer un jarabe que ha ayudado a aliviar los problemas de salud del menor.
“Me ha ayudado muchísimo en varios aspectos, sobre todo en la cuestión del sanar a través de las plantas, aparte de conocer las propiedades de las plantas, me ha ayudado a que, antes de utilizar una planta investigue sus propiedades y qué utilidad le puedo dar”, explica Elsa.
“Nos estamos olvidando de dónde venimos, o como crecimos, recuperar esto nos ayuda en mucho a que lo tengamos a la mano y seamos mucho más cuidadosos con la naturaleza y con lo que proporciona. Hay alguna razón por la que en esta región florece un árbol que solo se utiliza el día de muertos, no lo encuentras en otro periodo. Si lo descuidamos, esa esencia que se ocupa, pues desaparece. (...) Sí veo muy importante recuperar las plantas, las curaciones, lo emocional. Estamos perdiendo esa parte de que estamos olvidando a conocernos y sentirnos. Nos olvidamos de todo eso, es más como estar fríos y alejados.
Las integrantes de Una Mano para Oaxaca buscan poder implementar estrategias que mantengan la vinculación de los grupos, romper las barreras de enseñanza implementando tecnologías digitales y talleres presenciales con las medidas sanitarias necesarias, así como encuentros de salud comunitario.
Creen que lo más importante es visibilizar la importancia del cuidado colectivo en su región, ya que en él se llevan a cabo múltiples luchas en el territorio con organizaciones de mujeres que trabajan por la defensa de las tierras y los derechos humanos, y que viven bajo un estrés continuo, por lo que es necesario brindar espacios de contención para poder continuar con actividades de forma plena.
Aunado a ello, se busca continuar la formación de promotoras comunitarias para la divulgación de saberes de plantas medicinales locales, de la mano de procesos de resguardo, identificación y aplicación de plantas medicinales en huertos comunitarios como farmacia viviente.
Sueñan con la amplificación de conocimientos a través de las promotoras locales dentro de sus diferentes comunidades y pueblos para elaborar sus propias medicinas herbolarias, crear boticas comunitarias, materializar recetarios-herbarios de plantas medicinales locales, proyectos editoriales, encuentros de intercambio con otras promotoras de otras regiones y estados.
Y finalmente buscan promover espacios de contención con herramientas integrales para poder atender las necesidades de prevención y abordar el equilibrio de la salud de la comunidad, promoviendo el arraigo cultural y la revitalización de los saberes ancestrales.
La ruta del sabor y el arte
Una Mano para Oaxaca tiene varios programas para la reactivación y recuperación de los saberes del municipio de Ixtaltepec, entre ellos se encuentra la Ruta de turismo social donde se da a conocer las manos de Ixtaltepec, a través de la visita de sus murales y experiencias con las y los guardianes de oficios tradicionales. Quienes, a decir por parte del equipo de la asociación, te harán amar la tierra Istmeña y sus raíces zapotecas.
“Cuando estábamos en la reconstrucción de hornos de pan, una abuelita dijo que era muy triste que las compañeras no hubieran podido conocer el pueblo, era muy bonito, había casas de colores, mucho color, y a partir del terremoto eran grises y tristes; ahí empezamos a pensar cómo hacer para que las personas volvieran a ser felices, y se sintieran felices otra vez de vivir en Ixtaltepec. Para nosotros existe una enfermedad zapoteca shikashi, que podría traducirse como “nostalgia del mar”, y los adultos, abuelitas, y abuelitos del pueblo muchos empezaron a morir, se sentían muy tristes de esta situación. Regresemos los colores a Ixtaltepec”, platicó Persedia Tenorio, promotora comunitaria y una de las fundadoras de Una Mano para Oaxaca.
Los murales
La panadera
Este mural fue el primero en crearse, y representa el sentir de la población en ese momento, que acababa de pasar el sismo más grande de la historia en México, después del terremoto de 1985.
Persedia Tenorio, explica qué el mural representa que, en la oscuridad y momentos difíciles, todavía hay esperanza. El mural no tiene colores, al representar la tristeza y desesperanza de los habitantes; sin embargo, la esperanza se representa con las manos que salen de ahí, y esa flor en medio, que es una de las flores originales del istmo. Además, el mural te muestra una bola de masa o de maíz, ya que ahí vive la señora “Na” Griselda, panadera y cocinera tradicional desde hace muchos años.
El corazón de Ixtaltepec
Este mural rinde homenaje a la señora “Na” Ersita, que es la que realiza un alimento tradicional del istmo “el totopo”. Ella sostiene en su mano el totopo dándole el respeto que se merece, ya que el maíz tradicional del istmo, es un maíz nativo. A un costado está su hijo, el alfarero. Es en honor al maíz, y a la alfarería que ha sido base económica y de alimento para la gente, durante muchos años.
La alfarería
El mural representa la historia de Raquel, un niño que aparece con el pájaro azul; está sosteniendo una vasija de barro en sus manos, porqué él es un alfarero. Perseida, nos cuenta que en su familia son cuatro alfareros los que aprendieron de su padre. Eso significan las manos, la trasmisión del oficio, en dónde los hombres son los que hacen la alfarería, y las mujeres son las que las decoran; piezas que se utilizan para diversas tradiciones de Oaxaca.
La alfarería es el único oficio tradicional que mezcla los cuatro elementos: la tierra, porque es la materia prima para hacer el barro; el agua, porque es se necesita para hacerlo lodo; el aire, para quemar las piezas; y el fuego, que sirve para calentar el barro y crear hacer la pieza. Quedan dos guardianes de la Alfarería, en todo el istmo de Tehuantepec.
Nominación al premio Nelson Mandela
Una Mano para Oaxaca fue seleccionada de entre 350 iniciativas de 70 países, como una de las organizaciones finalistas de la categoría de Poder Ciudadano del Premio Nelson Mandela de las Naciones Unidas, y aunque no lograron obtener el premio, para ellas es de suma importancia ser acreedoras al reconocimiento.
Tienen otros premios más, entre ellos a la Innovación Juvenil Rural de América Latina y el Caribe, por el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola, en el 2020 en la categoría de la educación. Su misión es identificar, premiar y difundir iniciativas innovadoras implementadas por jóvenes de 18 a 35 años, que contribuyen a superar el impacto de la crisis de la COVID-19 en las zonas rurales de la región.
El futuro de Una mano para Oaxaca
Las integrantes de la asociación desean que, en un futuro no lejano, puedan empezar a compartir con más jóvenes la manera en que pueden organizarse desde sus comunidades, y así recuperar sus saberes, porque, dijo, “aunque ha sido difícil el camino, al final es un aprendizaje de la comunidad, es educación comunitaria. Aunque la sociedad te diga que te vayas, que aprendas otras cosas, y que el futuro está afuera, es muy lindo poder soñar en nuestros pueblos,” resaltó Persedia.
“Creo que el camino es ese, cada vez estamos haciendo más programas que incluyen a más comunidades, y a otras jóvenes, y creo que poco a poco nuestro camino va a dejar de ser una semilla, y se va a convertir en una red.”