San Pedro Garza García, México, UDEM.- Entrar en contacto con las necesidades de grupos vulnerables en Zambia y Perú, con la oportunidad de aplicar los conocimientos adquiridos en sus estudios para plantear soluciones accesibles, fue parte del aprendizaje que tuvo un grupo de estudiantes de la Universidad de Monterrey durante el verano.
Como parte del programa de Misiones Internacionales del Centro Misionero Universitario de la UDEM, 18 estudiantes tuvieron una estancia en Zambia, mientras siete más estuvieron presentes en Perú, en compañía de sus asesores.
En cada sitio, de acuerdo con las circunstancias de las comunidades, el equipo de alumnos diseñó talleres de temáticas diversas, dirigidos a niñas y niños, adolescentes y mujeres, y presentó un plan a quienes están encargados de las diferentes áreas.
En el Centro Misionero Universitario (CMU), afirmó Slendi Marines Mendoza, responsable de Misiones Nacionales, se forman jóvenes con un enfoque espiritual y de responsabilidad social para proyectos misioneros.
A través de espacios de diálogo y encuentro internacional, los jóvenes voluntarios desarrollan proyectos, en los que ofrecen su servicio a las comunidades para la construcción de una vida más humana y digna.
Y esa fue la experiencia de alumnas como Ana Luisa Arroyo Villa, quien inició el noveno semestre de la Licenciatura en Diseño Industrial; y Carolina Rada Paredes, actualmente en el séptimo semestre de la Licenciatura en Psicopedagogía; durante su estancia en un asentamiento para refugiados de Naciones Unidas, en Mayukwayukwa, Zambia.
“Mi carrera es de mucha creatividad”, explicó Ana Luisa, “y allá fue un reto, porque fue literal hacer lo que se pudiera con lo que se tenía: martillos y clavos y muchos pedazos de madera”.
La joven de 22 años participó en un programa de reparación de mobiliario, paneles solares y taller de reciclaje en kínderes, en donde, confiesa, no habría logrado concretar las propuestas que hizo, si no hubiera tenido los conocimientos previos que ha adquirido durante su carrera.
En los talleres, ayudó a que los menores de edad aprendieran a fabricar juguetes con la basura que había que reciclar, no solo por el procesamiento, sino para que las niñas y los niños aprendieran a hacer algo con los elementos que les rodean y que les pareciera divertido.
“Queríamos que los niños pudieran seguir replicando el taller: que ellos mismos pudieran seguir haciendo juguetes; entonces, no utilizamos cosas que nosotros llevábamos, queríamos que los niños pudieran encontrar el material en el suelo; ahí también fue ingeniárnoslas”, comentó.
Ana Luisa narró que, por las tardes, el equipo de jóvenes hacía las reparaciones del mobiliario escolar junto con las maestras, que incluyó bancas, escritorios y juegos de jardín, como columpios.
La estudiante destacó que algo que le conmovió de la población con la que convivió fue su fe y sus ganas de salir adelante, así como su cultura y su percepción sobre el tiempo, que es más relajado que en ciudades como Monterrey.
“Para mí, fue importante ver cómo toda esa gente no se rinde, porque han tenido situaciones de vida muy difíciles y como quiera le siguen intentando; son personas que tienen muchísimo que dar”, asentó.
Carolina, por su parte, expresó que de solo permanecer en esos sitios surge el impulso de cambiar las dificultades por las que atraviesan, pero es reconfortante saber que el esfuerzo que se hizo por sus habitantes tuvo un impacto real.
“Aunque no podemos cambiar totalmente su situación de vida, que es muy complicada, sí nos daba mucha impotencia ver la pobreza, ver que tienen ganas de hacer más cosas y que no pueden por estar ahí”, expuso.
La estudiante y sus compañeros impartieron clases de inglés y asesorías educativas a la población infantil, además de ofrecer un programa de Desarrollo Humano, entre ellos el de empoderamiento para mujeres, mientras que con los jóvenes se enfocaron en talleres sobre autoestima, emociones, relaciones interpersonales y combate a la violencia.
“Un área que a mí me interesa mucho es el área socioemocional de las personas y la educación integral; pude aplicar mis conocimientos, lo que he visto en mis clases, en cuanto a cómo hacer esos talleres y las asesorías, aunque sí fue un reto”, reconoció.
Su experiencia en Zambia enseñó a la joven de 21 años la importancia de conocer a las personas más allá de un taller y la importancia de escuchar.
“Es necesario conocer más a profundidad el corazón de cada persona; cada una de ellas, con quienes trabajamos, me inspiraron muchísimo (…) muchas personas solo necesitaban que los escucháramos”, expuso..
En Perú, la experiencia fue similar para Lorena Villarreal de la Garza, quien cursa actualmente el quinto semestre de la Licenciatura en Psicopedagogía y durante este verano ayudó en diversas labores en la ciudad de Pucallpa, en la Parroquia de San Francisco Javier.
A la estudiante le sorprendió el carácter risueño y festivo de la población en general, tanto de sacerdotes como de habitantes de las comunidades, pese a las carencias y otras problemáticas por las que atraviesan.
“La alegría era impresionante: los padres podían estar pasando por muchos problemas, pero dejan a un lado todo eso; la comunidad también es como muy alegre, siempre bailando o cantando”, expresó.
Lorena pudo aplicar el aprendizaje de su carrera sobre la formación de talleres, además de que su equipo de trabajo organizó un retiro para jóvenes, con la ayuda de algunos de ellos, y los sábados tocaba la catequesis.
“Íbamos a las escuelas por la mañana y, por las tardes, íbamos a visitar las casas de las comunidades; la segunda semana llegaron unos doctores de Estados Unidos; nuestra labor ahí fue traducir”, detalló.
Previo a su participación en Misiones, el grupo de estudiantes de la UDEM tuvo un semestre de preparación, con experiencias comunes, entre ellas, preparación espiritual y mental con actividades de integración del equipo, juntas semanales para estudiar temas, misión de Semana Santa y un retiro previo tres semanas antes del viaje.