El desperdicio alimentario en México genera un costo estimado de 25 mil millones de dólares
Por Reyes Gamez
Monterrey, México, Agencia de Noticias 3er Sector.- La reducción en el desperdicio de alimentos puede ser una solución clave para combatir el cambio climático y la inseguridad alimentaria en México, de acuerdo con el informe de Kolibri "Alimentos: oportunidades y desafíos en la cadena de valor".
El desperdicio alimentario en México tiene un costo estimado de 25 mil millones de dólares al año, 2,5% del producto interno bruto, lo que sugiere la necesidad de adoptar estrategias más eficaces para reducir el desperdicio. Además, la huella hídrica y ambiental es significativa ya que el 12% de las emisiones son generadas por la agricultura, que utiliza el 76% del agua en el país de acuerdo con cifras de la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
A un año de la presentación del informe de Kolibri, “Alimentos: oportunidades y desafíos en la cadena de valor”, es alarmante que un tercio de los alimentos producidos para consumo humano se pierdan o desperdicien a nivel global. Esta problemática sigue presentando oportunidades de aprendizaje y acción en todas las etapas de la cadena alimentaria.
Si buscamos entender qué ocurre en México, 31 millones de toneladas de alimentos se pierden o desperdician anualmente de acuerdo con el reporte de Kolibri, concentrándose en la cadena de suministro con 20 millones de toneladas y en los hogares los 11 millones restantes. Este desperdicio se concentra en 79 productos, que representan el 81% del total de alimentos que se adquieren en los hogares mexicanos, esto agrava los desafíos de inseguridad alimentaria en un país donde 24 millones de personas sufren de este problema, lo que representa el 18% de la población.
A nivel global, el desperdicio de alimentos equivale a la carga de seis camiones de basura de alimentos comestibles cada segundo. Según la FAO, esto genera una huella de carbono estimada en 3.3 millones de toneladas de CO2, y representa entre el 8% y 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, contribuyendo significativamente al cambio climático. Estas cifras subrayan la urgencia de implementar soluciones más eficaces en la gestión de los recursos alimentarios y reducir las pérdidas en cada eslabón de la cadena.
El estudio señala que América Latina y el Caribe representan el 6% de las pérdidas alimentarias mundiales, afectando tanto a la economía como al ambiente, con el 16% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero vinculadas a este fenómeno.
Otro dato significativo señalado por la FAO es que aproximadamente el 72% de las pérdidas y desperdicios alimentarios en América Latina ocurren antes de que los productos lleguen al consumidor final, principalmente durante las etapas de producción, manejo y almacenamiento. Estos indicadores subrayan la necesidad de enfoques más colaborativos y sostenibles para reducir el desperdicio de alimentos en la región.
Federico Gomez Guisoli, CEO de Kolibri, destacó que "el desperdicio de alimentos no solo implica una pérdida económica, sino que también pone en riesgo nuestros recursos más valiosos. En Kolibri, creemos que la colaboración en toda la cadena de valor es esencial para reducir las pérdidas y avanzar hacia una producción alimentaria más sostenible y eficiente".
Kolibri, consultora en gestión de estrategias ambientales, destaca la urgencia de mejorar la infraestructura y las tecnologías de almacenamiento y transporte en la región para mitigar las pérdidas. Hace énfasis en la importancia de concientizar a los consumidores sobre el impacto del desperdicio de alimentos, que alcanza el 61% en los hogares. Además, se proponen soluciones como la donación de excedentes a bancos de alimentos y el desarrollo de tecnologías que prolonguen la vida útil de los productos alimentarios.
¿Qué otras oportunidades existen para optimizar el uso de estos recursos alimentarios? Kolibri señala varias acciones clave para prevenir y redirigir el desperdicio. Entre ellas, destaca la jerarquía para la recuperación de alimentos, un enfoque que busca reducir el volumen de desechos en cada etapa de la cadena productiva. Asimismo, promueve el concepto de ”zero waste to landfill”, que propone un modelo de producción alimentaria basado en un ciclo de vida completo, con el objetivo de minimizar tanto los residuos como el desperdicio generado.
Un ejemplo innovador de cómo la tecnología puede combatir el desperdicio alimentario es la aplicación Cheaf, la cual ha sido implementada con éxito en más de 24 ciudades del país. La aplicación permite a los minoristas vender sus excedentes de alimentos en buen estado a precios reducidos, lo que no solo les ayuda a recuperar costos, sino que también disminuye el desperdicio de alimentos. Los usuarios, por su parte, pueden recoger en el local más cercano un "paquete sorpresa" con descuentos del 50%. En más de 4 años de operación, y con la participación de un millón de usuarios, la aplicación ha logrado rescatar más de 1.2 millones de kilos de comida, contribuyendo significativamente a la reducción del desperdicio de alimentos.
En cuanto a la importancia de abordar el problema desde un enfoque colaborativo, Gomez Guisoli señaló que "reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos no es solo un desafío ético, es una oportunidad clave para mejorar nuestra sostenibilidad. Al desperdiciar alimentos, también desperdiciamos los recursos naturales involucrados en su producción. En Kolibri estamos comprometidos en trabajar junto a actores de la industria para identificar y aprovechar oportunidades que optimicen el uso de recursos a lo largo de toda la cadena de valor".
El reporte destaca iniciativas tecnológicas como Kigüi, una aplicación que conecta supermercados con consumidores interesados en adquirir productos cercanos a su fecha de vencimiento, esta solución ayuda a reducir el desperdicio y ofrece una alternativa sostenible para los excedentes alimentarios, con presencia en México y Argentina, donde se han logrado salvar más de 300 kilos de alimento.
Estos enfoques reflejan el compromiso de Kolibri de liderar un cambio positivo en la cadena de valor alimentaria, promoviendo una reducción significativa de las pérdidas y el desperdicio, y contribuyendo a una mayor sostenibilidad económica y ambiental en América Latina.