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Viven madres migrantes duro viaje hacia EU

Desarrollo
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Exponen situación que atraviesan mujeres centroamericanas al estar acompañadas de los hijos

Por Eduardo Rodríguez Palacios/Fotografía: Organización Internacional para las Migraciones

Monterrey, México, UANL (Punto U).- El sueño americano de los migrantes de Centroamérica que pasan por México es cada vez más complicado. Prueba de ello son ocho mujeres migrantes de Honduras y Guatemala que relataron sus vivencias en torno a los cuidados, el significado y las emociones que conlleva su viaje hacia Estados Unidos siendo madres y estando acompañadas de sus hijos.

“Se hicieron entrevistas a ocho mujeres en albergues del área metropolitana de Monterrey e identificamos tristeza, miedo, culpa e incluso felicidad y además vimos esta parte de la carga de ser ellas las que proveen los alimentos y no cumplir hasta cierto punto con su rol de madre.

“Y en los cuidados, vimos que cuando un hijo se les enfermaba -generalmente del estómago-, gestionaban esta parte de manera informal, es decir, no acudían con un doctor, sino que se apoyaban con otras mujeres migrantes o iban casa por casa pidiendo ayuda”, refiere la ex alumna de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano Karla Rodríguez Nevárez.

Las ocho mujeres llevaban 20 hijos en total y una de ellas era madre de cinco niños. De esta veintena de pequeños, el de menor edad era una bebé de cinco meses y el mayor un niño de nueve años.

En cuanto a las mamás, casi todas eran menores de 30 años de edad. La más joven era de 19 y la más grande de 40 años.

“Su objetivo era llegar a Estados Unidos y algo que encontré fue como una maternidad multinacional, ya que la mayoría tenía hijos en su país de origen, más los infantes con los que venían transitando y además los hijos que estaban en Estados Unidos y con quienes querían reunirse”, señala la joven originaria del estado de Durango.

“Aventura” migratoria refuerza convivencia familiar

El trabajar por largas jornadas en su país de origen para conseguir el sustento para su familia era un factor que influía para que la convivencia entre madres e hijos no fuera la deseada.

“Algo de lo que me di cuenta es que casi todas las mujeres laboraban en un empleo informal, pero al momento de estar transitando por México, como que el vivir esta ‘aventura’ migratoria y convivir el día a día con sus hijos y llegar a una casa del migrante, bañarse en el río y pedir dinero en las calles, esta alegría o felicidad la manifestaban las madres cuando las entrevistaba”, menciona Rodríguez Nevárez.

Sin embargo, también salía a relucir la tristeza, al saber que no había un futuro claro tanto para ella como para sus hijos, y que manifestaban al llorar a escondidas y sentirse solas a pesar de estar acompañadas de sus hijos y a veces incluso de su pareja.

La carga de ser mala madre

El peso de ser la mujer y tener que alimentar a sus hijos y cuidarlos fue algo que expusieron las migrantes sobre el significado de la maternidad.

Al no poder satisfacer o complacer a los infantes en su alimentación y sentir por ello que no cumplían a cabalidad su rol de mamá, nacía en ellas un sentido de culpabilidad.

“Aquí la cuestión era que las madres alimentaban a sus hijos, ya fuera con comida que les daban en la calle o alimentos que les brindaban en los albergues, pero como la comida era arroz con atún, el niño ya no quería consumirla o no le gustaba, y aquí entraba una parte tanto significativa como emocional en las mujeres migrantes de no poder complacer o satisfacer a sus pequeños”, detalla Rodríguez Narváez.

Además de que en los mismos albergues o casas del migrante eran señaladas por otras mujeres como malas madres al ver que sus pequeños lloraban o hacían berrinches cuando no se les complacía.

La migración no es exclusiva de hombres

Para Karla Rodríguez Nevárez, en el tema migratorio hay mucho por explorar, sobre todo porque en los últimos años se ha presentado un mayor número de casos en que estos grupos de personas viajan casi con sus familias completas.

La egresada de la Universidad Autónoma de Nuevo León considera que también es importante ver qué es lo que piensan las mujeres y los niños en este viaje hacia Estados Unidos, porque el conseguir el sueño americano ya no es una travesía solo de los hombres.

“Los albergues o las casas del migrante están acondicionados para los hombres, porque cuando entrevisté a la madre de la bebé de cinco meses, en ese momento la pequeña estaba enferma del estómago debido a que la leche que proporcionaban en el albergue no era para su edad. Entonces pude percibir que estos lugares no están hechos para las mujeres ni para los infantes”, puntualiza la universitaria, quien cursó la Maestría en Ciencias con orientación en Trabajo Social de la UANL.