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El poder del enojo femenino puede cambiar el mundo

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Debe convertirse en una herramienta transformadora

Por Reyes Gamez

Monterrey, México (Agencia de Noticias 3er Sector).- En el libro Rabia somos todas (OCEANO) de Sorata Chemaly, aproxima al lector al tema de la ira femenina de manera directa y provocadora y nos explica que tanto hombres como mujeres tenemos distintas respuestas psicológicas a la provocación que estimula la ira y que sentirla involucra, además del carácter, una serie de factores fisiológicos, genéticos y cognitivos que están mediados por el exterior, por las expectativas culturales y por las prohibiciones sociales del entorno.

 

Chemaly es una escritora y activista premiada cuyo trabajo se centra en el papel que desempeña el género en la cultura, la política, la religión y los medios. Es directora del Women's Media Center Speech Project y defensora de la libertad de expresión y la participación cívica y política de las mujeres. Es conferencista y colaboradora de Time, The Verge, The Guardian, The Nation, Quartz, Salon, Huffington Post y The Atlantic, entrega un libro construido con las mejores herramientas del periodismo de investigación, el testimonio personal y el manifiesto feminista, que da voz a las causas, expresiones y posibilidades de la ira femenina.

Soraya invita al lector a descubrir que las relaciones, la cultura, el estatus, la discriminación, la pobreza y el acceso al poder, determinan la forma en que pensamos, experimentamos y nos valemos de la ira. Es por ello que en algunas culturas el enojo es una manera de ventilar la frustración, mientras que en otras es un vehículo para ejercer autoridad. En el mundo occidental sabemos que la rabia de las mujeres se ha asociado a lo largo de la historia con "locura".

Por lo que Rabia somos todas pretende concientizar sobre la urgencia de hacer un cambio en cuanto a la comprensión pública de la ira en una sociedad en la cual la violencia machista contra las mujeres es una realidad casi omnipresente.

Desde casa ya que desde pequeños, niños y niñas aprenden muy pronto que entre chicos y hombres, la furia refuerza las expectativas tradicionales de género: asertividad, fuerza, liderazgo; mientras que las niñas y mujeres se inculca el rechazo cultural a esa emoción. 

"Desde pequeñas aprendemos a asimilar la rabia como algo antifemenino, poco atractivo y egoísta. Nos enseñan que nuestro enojo nos convertirá en personas irritantes y desagradables, que nos pondrá feas y alejará de nosotras a los seres que más queremos. No nos enseñan a manejar nuestra ira, pero sí aprendemos a esconderla, ignorarla, transformarla e incluso a temerle. Por otro lado, la ira y la masculinidad se refuerzan entre sí", sin embargo, como argumenta Chemaly "el futuro de la equidad de género, la salud mental y emocional de todos, y un verdadero cambio cultural sobre las expectativas, los valores y la justicia pasa por la reivindicación de la ira femenina como una emoción positiva que hay que aprender a canalizar, expresar y convertir en una herramienta transformadora".